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De todo un pocoOpinión

Publicidad: te amo, te odio

Por Fede García, desde Tokyo (Japón)

Como se habrán dado cuenta por la última nota que escribí en este querido blog y muy a pesar de las insistencias del creador del mismo (y gran amigo), escribo sólo cuando lo siento. El tema es que cuando ‘siento’ escribir es para contar alguna boludez que me pasa. Cuando eso sucede, aparentemente elijo compartir mis miserias en forma masiva y lo hago convirtiendo mis pesares en una suerte de catarsis colectiva y editorializada. Por suerte para ustedes, los únicos (o casi únicos) pesares y humildes miserias que elijo –o mi amigo me permite- compartir, son las relacionadas con este querido ámbito publicitario que tanto nos apasiona. Y ésa es la palabra que mejor describe la situación en cuestión, porque lo que hacemos no es algo que simplemente nos gusta hacer. Esto es algo que nos apasiona, y como toda pasión, implica amores y odios.

Ayer a la mañana charlaba digitalmente con mi amigo Darío Ventura (ex-compañero de Ogilvy él, actual redactor de Wunderman, mal llevado como pocos y querido a la vez en dimensiones exactamente proporcionales) sobre las visicitudes de nuestra profesión. En mi mañana de Tokyo y en su noche porteña, Darío me preguntaba cómo andaban las cosas por acá. “Igual que en Buenos Aires –le respondí-. Esta mañana no tengo ganas de laburar, a la tarde seguro que me ponga a pensar algo y me entusiasme un poco con alguna idea, mañana a la mañana voy a venir desesperado por ganar tres Leones y probablemente a la tarde esté odiando la publicidad y trataré de renunciar para ponerme una panchería”.

Dejando de lado que lo de la panchería acá sería un golazo porque los nipones no te hacen un pancho digno ni a patadas en el orto, nuestro pequeño diálogo me llevaba a reflexionar por enésima vez sobre esta actividad que nos despierta tantas pasiones. O que, en las inmortales palabras de Erasure, amamos odiar (sí, lo sé, me van a tildar de gordo gay por la referencia, pero nunca olviden de que todos –TODOS- bailamos alguna vez ‘I love to hate you’ con manito agitadora bien arriba en algún cheboli). Esta vez (como todas) hablo de lo que nos pasa a los creativos en particular, o tal vez de lo que me pasa a sólo a mí pero que más de uno podría estar de acuerdo con esta aseveración. Siempre lo dije: la creatividad no se disfruta; la creatividad se sufre.

Recuerdo que empecé con este chiste como una típica reacción de rebeldía contra mi viejo. No es que tuviera algún grave conflicto paternal ni nada parecido: siempre tuvimos y todavía tenemos una maravillosa relación (un saludo para mi viejo que me está leyendo: ¡te extraño, pá!). El problema de ser adolescente es que, si hay algo que no querés ser en la vida, es ser como tu viejo (spoiler alert: sabé que 20 años después vas a ser exactamente como tu viejo/a). Contador él, mocoso impertinente yo, me pasé la vida viéndolo frente a una planilla de Excel y una calculadora en la mano haciendo números. Yo, que la tenía recontrarremil atada con los números (posta, recontrarremil atada), no tuve mejor idea que hacer exactamente lo contrario. De haber sabido en ese entonces que una calculadora te lleva a un resultado único y exacto, libre de opciones, de búsquedas interminables e incertidumbres, creo que jamás hubiera transitado este camino ridículo y diametralmente opuesto donde cada problema te exije infinitas soluciones sin que ningún resultado sea completamente correcto o definitivo (siempre digo que si hubiera sigo contador tendría más guita, más pelo, y sería más exitoso, más flaco e igual de boludo).

Pero tal vez lo hubiera elegido igual. Porque mal que nos (me) pese, amamos esa incertidumbre. Es esa incertidumbre la que nos da la posibilidad de levantarnos todos los días y, con una simple idea, volar inmediatamente hacia la cima del planeta. Porque la creatividad puede hacer eso. Una idea te puede hacer sentir el mejor del universo en un segundo. Otros necesitarán ser millonarios, o vivir rodeado de modelos (ojo, tampoco les voy a mentir, todos queremos eso –sí, sí, tu novio también-), pero el momento ése en que se te cae una idea, una idea buenísima, una idea que sabés que es genial, también lo hace. Y como la mejor de las drogas, te coloca ahí, bien arriba y, como la peor de las drogas, el efecto es apenas pasajero y una vez que se va, viene el inevitable bajón. En forma de jefes, cuentas y clientes, aparecen los ‘no me gusta’, los ‘seguí pensando’ y los ‘¿qué más?’ seguidos de los ‘está fuera de brief’, los ‘al cliente no le va a gustar’ y los ‘no hay guita’. Y la lista sigue, y crece, y se hace interminable, y terminamos odiando la publicidad, y amenazamos con finalmente dejarla para dar el portazo de una buena vez y para siempre para –por fin- dedicarnos a eso que realmente nos gusta.

Pero eso que realmente nos gusta, lamentablemente, es la publicidad. Nos mueve ese desafío, esa hoja en blanco que mientras a otros asusta, a nuestros ojos es la posibilidad de que la lamparita se vuelva a prender y nos lleve una vez más a ser los mejores del mundo (eso que tanto nos gusta a los argentinos). Lo peor de todo es que ése milagro de la lamparita se repite, ése milagro que no sabemos ni cómo pasa pero pasa, y otra idea aparece para que todo comience otra vez, una vez más. Y así se nos van nuestras carreras y nuestras vidas, en una montaña rusa emocional donde amamos y odiamos lo que hacemos al mismo tiempo y, como a esos malos amores que nos lastiman una y otra vez, volvemos convencidos de que esta vez por fin y para siempre sí van a cambiar. Y a veces pasa, pero a veces no.

Así son las pasiones. El amor ES odio. Son las dos caras de una misma moneda. Sólo algo (o alquien) que amamos tanto, puede provocarnos el dolor suficiente para empujarnos hacia el odio. Nosotros amamos la publicidad. Y por definición, también la odiamos. Dicen los que lograron dejarla, que se vive una mejor vida, más plena, más feliz. Una vida con tiempo para disfrutar, para practicar deportes, para vivirla. Probablemente nunca amaron esto tanto como todos nosotros. Pobrecitos. No saben lo que el verdadero amor es.

(leer esta última línea imaginando que suena de fondo ‘I want to know what love is’ de Foreigner –tema que estoy prendiendo fuego en cuanto karaoke nipón se me cruza en el camino)

Fede.

Esta es una muy pero muy buena idea como plan B a la panchería. Bici tengo.

Esta es una muy pero muy buena idea como plan B a la panchería. Bici tengo.

Y esta es la bici sola

Y esta es la bici sola

PD: a lo largo de la redacción de esta nota intenté renunciar dos veces, casi me voy a las trompadas con producción para que una idea salga como yo quiero y no como a ellos quieren, y llamé al ECD Regional para que me de una mano con unas ideas para premio. Después me fui a mi casa, pensando en como hago para volver mañana a la agencia para renunciar y ganar tres leones al mismo tiempo.

9 Comments

  • Carolina says:

    Coincido totalmente con vos, Fede. Imaginate trabajar como creativo en una una ciudad de 100 mil habitantes en el culo del mundo, cagarte de frío y ver anuncios patéticos TODO el tiempo!! y lo que es peor, no podés cambiar la mentalidad de pueblo. La panchería se me cruza todo el tiempo, pero desgraciadamente amo mi profesión. Un abrazo.

  • maría says:

    Hola Fede, no nos conocemos, es la primera vez que te leo. Me mataste de risa, me entretuviste, genial nota. No trabajo en publicidad, soy profe de inglés y escritora, pero muy creativa y sí, soy humana. Sé lo que es amar y odiara algo/alguien. Creo que ahí nos llegaste a todos.

    María (fan de Mad Men 😉

  • Gabriel says:

    NO ESTOY SOLO.

  • Gabriel says:

    Se me fue el comentario, envíe el post a toda la agencia 😀

  • Belu Galiotti says:

    Fede, me hiciste reír y casi llorar al mismo tiempo. Es la faceta esquizofrénica, ciclotímica y cuasi bipolar la que despierta a los sentidos, con ruido a poco y gusto a mucho, para que la búsqueda no termine nunca jamás.

  • La Maquina says:

    Deja de llorar…Peor es perder en BA con Total eclipse of your heart sonando al mango, largar una lagrima por ilusionarse con R.M en tiempos d radio…Saber que a A.N. las cosas parecen que le salen bien…si eso no es injusto !! Nada de lo que te esta pasando es peor que eso, estas en Tokio levantando moneda y tirando la de artista, gozaaaala !!
    1G Presente !

  • Fede says:

    Gracias a todos por los comentarios. Algunos me tildaron de llorón (los amigos, siempre). No estoy llorando, che! Esto me apasiona, y soy feliz de trabajar algo que me apasione, aunque tenga momentos geniales y otros no tanto. Gracias Belu por tus comentarios!!! Saludos a todos por allá. Caro, María y Gabriel, qué bueno es saber que no soy al único que le pasa esto.

    Besos a todos!

  • Juan Manuel says:

    Hola Fede! Estoy leyendo esto en la oficina de al lado de tu papá. Un GRAN tipo. Como él, soy contador. Creo que lo que describís tan claramente es lo que nos pasa a todos los que abrazamos una profesión. Debemos agradecerle a Dios porque hacemos lo que nos gusta. Es lo que hace que podamos compensar los malos ratos que pasamos todos, con aquellos momentos gratos que hasta nos hacen sentir personas exitosas. De todos modos, me anoto para la panchería…… Un fuerte abrazo

  • Nico says:

    Mi viejo también es contador. A mí también se me daban bien las matemáticas (muy bien) y terminé haciendo lo mismo que vos por los mismos motivos. Un abrazo, hermano.

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