La estrategia que rodea a la creación de un anuncio tiene posibles ventajas que van más allá de lo esperado. Alcanzar esa conexión con los consumidores, de manera tal que sean ellos quienes se encarguen de difundir la publicidad, ya sea de boca a boca o bien a través de sus redes sociales, es un extra que beneficia de gran manera a las organizaciones.
Los consumidores llevan adelante un trabajo que tiene un gran costo para la marca y además consiguen una aceptación positiva de quienes lo reciben. La gran diferencia refiere entre un anuncio que, por ejemplo, YouTube coloca antes de ver un video o la inevitable publicidad de la televisión y el consejo por una recomendación de una persona conocida. El mensaje se recibe de forma más directa y con una confianza distinta, más allá de la duración del anuncio.
No es una tarea sencilla entender por qué un consumidor decide compartir un anuncio en sus redes sociales. En algunas ocasiones está relacionado al poder del storytelling: una buena historia siempre vale la pena ser contada. Pero el factor más determinante tiene que ver con las emociones, que terminan siendo muy relevantes en la respuesta a los mensajes de marketing. Es cierto que en algunas encuestas, los consumidores se dejan llevar por los sesgos, pero lo que realmente habla por ellos son sus acciones, más que sus palabras.
Paradójicamente, lo que más se comparte son aquellos anuncios que generan sentimientos positivos y también lo que más le disgusta al consumidor, más allá de los motivos por los cuáles lo hace. Existen matices que convierten esos extremos en un análisis más complejo. Por ejemplo, ciertas emociones negativas llevan a los consumidores a evitar compartir los contenidos. Si el anuncio genera confusión o tristeza, las posibilidades de compartir la publicidad disminuyen. Si tomamos una escala en cuanto a lo negativo, lo que molesta o disgusta, es la reacción que genera el contarle a los demás.
En resumen, las emociones que más movilizan los anuncios en línea son las mismas que llevan a los consumidores a realizar acciones en la vida real. La felicidad, ansiedad o el enojo nos llevan a compartir, a expresarnos, a generar esa reacción, que también se ve espejada en el día a día y en las redes sociales.